Orfeo y nuestra capacidad de escucha
Orfeo es en la mitología griega el gran músico, el encantador. Fue el domador de la lira, a la cual agregó dos cuerdas, creando una melodía incomparable. Su lírica nublaba el sentido, enmudecía incluso a las sirenas, lo que evitó un destino fatal para los argonautas.
Su historia ha sido interpretada de múltiples formas y ha inspirado obras de arte en todos los campos. El momento épico de su leyenda fue cuando supo que su esposa Eurídice había muerto por una picadura de serpiente, luego de ser abusada.
Se atrevió a ir a buscarla al inframundo y gracias a su gran virtud, los dioses del tártaro le permitieron llevarse a su amada de vuelta a la tierra. Hades impuso solo una condición, que a Orfeo le pareció muy sencilla: no debía mirar atrás para ver a su esposa mientras salían de allí.
Esta restricción se nos hará parecida a la que se impuso a la familia de Lot al salir de Sodoma, narrada en el Antiguo Testamento. Al igual que la mujer de Lot, Orfeo no resiste la tentación y voltea para asegurarse de que ella efectivamente está allí. Entonces ocurre lo inevitable: Orfeo ve desvanecerse la figura de su esposa y la pierde para siempre.
Este relato, en apariencia sencillo, es un molde dentro del cual caben infinidad de disertaciones. En relación con lo sonoro, Edward Dent resalta cómo en tiempos antiguos se le atribuía a la música poderes mágicos, e incluso “ponía al hombre en contacto con lo sobrenatural, como lo demuestran palabras tales como encanto, encantador, encantamiento, que derivan precisamente de canto” 1.
Este aspecto deja al descubierto el gran poder de persuasión de Orfeo, pues es representado como un hombre sabio y con plenitud mental. No solo era músico, sino reconocido por el alcance de su palabra, su elocuencia y la capacidad de hacer rectificar o corregir las acciones de los demás.
‘Eurípides llamó reina a la fuerza de la elocuencia. Ennio la calificó como dominadora del alma’2
En este punto cabe preguntarse, como lo insinúa Costalius en la cita anterior, si el poder que da ser virtuoso con la música y la palabra, es bien usado por nuestro héroe. Aún más teniendo en cuenta que este aspecto sitúa a Orfeo en “una posición elevada sobre el resto de los hombres, pues la distinción está realizada en torno a la elocuencia”3
Este argumento lo refuerza López Peláez cuando dice que Orfeo también es un civilizador, una especie de Prometeo que transformó al hombre primitivo en una mejor versión y promete un futuro mejor a través del “saber que incluye todos los otros saberes”, la retórica 4. De nuevo, surge la duda de si esta concepción se parece a la intención histórica que han tenido los territorios de colonizar a otros, bajo la premisa de bienestar y desarrollo.
Dicha reflexión también es abordada por Ivonne Bordelois (2003), quien incluso atribuye el fracaso de Orfeo cuando intentó rescatar a su amada del inframundo, a “su incapacidad de escuchar al otro, que va pareja con su necesidad exasperada y exasperante de escucharse narcisísamente sólo a sí mismo, y de ser escuchado a costa del silenciamiento ajeno” 5.
Según su versión, Orfeo era “el supremamente escuchable, nunca el escuchante”. Tal vez por eso tampoco confió en las palabras de Hades cuando le prometió que Eurídice le seguiría. Igualmente, reprende el hecho de que sea el género masculino el que se ponga por encima de la mujer:
“En la versión brasileña del mito, Eurídice dice: “Si pudieras escucharme en vez de verme”. El regreso al infierno se cierne como amenaza para la pareja ante la imposibilidad de que el varón escuche a la mujer, que es para él ante todo presencia visible, física o sexual, antes que palabra portadora de sentido” 6
En este punto, la autora resalta “la trágica circunstancia que hace que los más dotados para la música y la palabra -y los poderes que de estos dones se derivan- sean con frecuencia también los menos dotados para la atención y la escucha”7
Esto hace referencia a un tema social importante, mencionado más arriba, pues estamos sumergidos en una enfermedad que radica en “la incapacidad de los seres humanos de escucharnos unos a otros (…). Así, reducimos a nuestros interlocutores y a nuestro lenguaje a la nada del sinsentido y el olvido”7.
De nuevo, esta incapacidad para la escucha hace una gran mella en nuestra sociedad, de tal manera que “la cultura global es en gran medida un remedo de diálogo en el que poderosos Orfeos, embebidos narcísamente en su propia música, sumergen en el silenciamiento total a los que se supone deben ser rescatados”8.
Referencias
- Dent, Edward. (1947) Ópera. Buenos Aires: Lautaro , pág. 14.
- COSTALIUS, Petrus. (1555) Pegma, cum narrationibus philosophicis. Lugduni: Matthiam Bonhommepp. 315-317. Traducción de López-Peláez Casellas en “Orfeo como símbolo de la elocuencia y la civilización. Un estudio desde la emblemática” Pág. 4 Nota al pie No. 3.
- López-Peláez Casellas, M.a Paz (2006). Orfeo como símbolo de la elocuencia y la civilización. Un estudio desde la emblemática. Pág. 7.
- Ibídem. Pág. 6
- Bordelois, Ivonne (2003). La palabra amenazada. Edición: Libros del Zorzal. Pág. 20.
- Ibídem. Pág. 17
- Ibídem. Pág. 21
- Ibídem. Pág. 22
Escrito por Leidy Galindo. Comunicadora social. Se ha acercado al sonido a través de la memoria y oralidad de su municipio de origen (Mosquera, Cundinamarca) la radio y los estudios informales en música y técnica vocal. Generadora de contenidos para redes sociales y páginas web culturales.