Marinas en la pintura

La espuma arremolinada estalla en miríadas de pequeños garfios, cada uno claramente definido. El sobrecogedor oleaje del mar está representado sobre franjas blancas, erizadas y tersas. Toda la composición es una especie de viva imagen de un mar tormentoso y al mismo tiempo un delicioso diseño decorativo; mucho antes de que uno descubra todos los detalles y dé con los barcos medio hundidos y los hombres que resisten. Así es la “Gran ola de Kanagawa”, obra del artista japonés del siglo XVIII, Hokusai, es un grabado en madera que forma parte de una serie de 36 panorámicas del Monte Fuji realizadas entre 1823 al 29. Con sus trazos firmes y formas definidas con precisión, el artista ha conseguido expresar de modo imponente la aterradora magnificencia de una enorme ola, que se debate desde la izquierda, combándose encrespada antes de romperse.

El paisaje puede ser para el pintor un tema tan atractivo como lo que es para cualquier amante de la naturaleza. Algunos artistas se han convertido de hecho en especialistas del paisaje, mientras que otros recurren a esta especie de estudio de la naturaleza sólo de forma ocasional, para refrescar sus mentes y ojos. El contraste entre las obras  del ser humano y las creaciones de la naturaleza produce en ocasiones cuadros que no solo son agradables visualmente, sino que revelan directamente el lugar del humano en la naturaleza.

Un poco de historia…

En el siglo XVII los holandeses se contaban entre los más grandes navegantes del mundo; por lo tanto los cuadros con mar y barcos eran especialmente populares. Simon Vleiger, aun pintando una escena bastante simple puede sugerir la inmensidad del mar con toda su amenazadora turbulencia y la belleza audaz de los barcos que lo surcan. Un cielo inmenso constituye el fondo de los orgullosos navíos que, con las velas izadas y los gallardetes enarbolados, zarpan viento en popa en busca de lejanas aventuras.

Simon Vleiger (Holanda). Marinas 1629

También los poderosos cuadros del pintor inglés del romanticismo, William Turner; los medios que utiliza para representar grandes tormentas y enormes olas son tan adecuados, que nos vemos tentados a pensar que su procedimiento es único en comunicar el caos de una tempestad. Ya en siglo XIX Turner había realizado muchos y brillantes estudios de tormentas de mar, en las cuales toda definición de formas se perdía entre las olas enfurecidas y las nubes arremolinadas. Buque de vapor en una tormenta de nieve, pintado en 1842, ilustra de manera eficaz la presentación de imágenes prácticamente desdibujadas en las agitadas masas de color.

Se cuenta incluso que a Turner lo llamaban “el pintor de la luz” y el “cazador de tormentas” La experiencia más osada sucedió en 1822, cuando se ató al mástil del barco Ariel para ser testigo de una tempestad en medio del océano. El experimento duró cuatro horas, atendiendo cada instante, forma y color, tanto del agua como de las nubes, y fue representada en muchos de sus óleos.

Lo sugerente del mar

El mar ha sido un motivo recurrente en el arte y, sobre todo, en la pintura. Ya en la antigua Grecia, motivos marinos adornaban ánforas y otros objetos decorativos. Con el tiempo, pintores como Canaletto, Willem van de Velde el viejo, Claude Joseph Vernet, Turner, Iván Aivazovski, Hokusai, Manet, Monet, Sorolla, Homer, Childe Hassam, Joaquín Mir, entre muchos otros, han dedicado al mar parte esencial de su obra.

Se conoce como marina o pintura de marinas, a cualquier forma de arte figurativo (pintura, dibujo, grabado y escultura) cuya inspiración principal es el mar. Además de las representaciones a mar abierto, de batallas navales o de tipos de embarcaciones, pueden incluirse en este género las estampas de lagos, ríos, escenas de playa entre otras. Aunque no es un género pictórico de primer orden, (según cánones jerárquicos academicistas de origen francés), tuvo un especial desarrollo en Europa entre los siglos XVII y XIX y se contempla dentro del género de Paisajes.

Barcos y embarcaciones se han representado en el arte desde la antigüedad, pero la marina sólo comenzó a convertirse en un género, con artistas especializados, hacia el final de la Edad Media. Con escasa representación en el Renacimiento, los paisajes marinos puros no llegarían hasta más tarde. Así, destacaron en la pintura holandesa del siglo XVII, como reflejo de la importancia del comercio exterior y el poder naval de aquella república, importancia que por el mismo concepto heredaría luego la pintura británica.     

El Romanticismo, recuperó la temática del mar y la costa dando como fruto una de las épocas más brillantes de la pintura de género de Paisaje, produciendo a muchos de sus mejores pintores, sobresaliendo alemanes e ingleses. El siglo XIX abrió los mercados en general y el de las marinas en particular. Rusia y Estados Unidos generaron importantes escuelas paisajistas con especial desarrollo de los temas del mar. Las nuevas corrientes originadas en Francia, “al aire libre”, y la revolución técnica del impresionismo y sus secuelas, añadieron nuevos aspectos renovadores a las pinturas de marinas. ​ En el gran mercado del arte, la pintura tradicional de marinas ha seguido las pautas y convenciones holandesas hasta la actualidad.

Las primeras imágenes conocidas representando temas marinos son los petroglifos de 12.000 a. C. hallados en el Parque Nacional de Gobustán en la actual Azerbaiyán, en lo que fuera la orilla original del mar Caspio. En el antiguo Egipto hombres y dioses aparecen repetidamente en barcazas sobre el Nilo. En Grecia y Roma, la cerámica aparece frecuentemente decorada con temas marineros.

El mejor exponente del origen de las marinas es, no obstante, el gran mosaico del Nilo de Palestrina del siglo I a. C., con una composición que pretende mostrar todo el curso del río; es un mosaico de piso de finales del período helenístico que presenta al río Nilo en su curso desde Etiopía hasta el Mediterráneo. Mide 5,85 m de ancho y 4,31 m de alto y permite asomarse a la fascinación que sentían los romanos por el exotismo de Egipto, además es una manifestación temprana del rol de Egipto en el imaginario europeo​ y un ejemplo del género de “paisaje del Nilo”, el cual tiene una larga historia iconográfica en Egipto y en el Egeo.

Dos fundadores del imperio flamenco del paisaje, Pieter Bruegel el Viejo y Joachim Patinir en el siglo XVI dejaron algo más que la semilla de un género que continuarían en Flandes; maestros como Andries van Eertvelt o Bonaventura Peeters, e incluso Rembrandt acabaría identificándose con la pintura holandesa llamada “Siglo de Oro o Edad de Oro” en el XVII. El imperio neerlandés de la marina se extendería a lo largo del siglo XVIII y sólo se vería desmantelado por los nuevos conceptos creados por los pintores románticos, especialmente los ingleses y alemanes.

El siglo XVIII veneciano propuso un tipo de marina, de orden endémico, que convertiría la ciudad de Venecia en paradigma de la pintura de paisaje y foco artístico casi universal hasta que París impuso nuevas coordenadas ya en el último tercio del siglo XIX.

El mar fue uno de los temas recurrentes y favoritos del pintor valenciano Joaquín Sorolla, realizando multitud de obras con la playa como protagonista, captando así su esencia y belleza; el tema más personal y posiblemente más representativo de este gran artista. Nacido junto al mar, pero alejado de él la mayor parte de su vida, Sorolla conservó siempre una añoranza intensa por las playas de su niñez. La influencia impresionista de Francia le sirvió a Sorolla para realizar cuadros con pinceladas onduladas que dan movimiento a las escenas a la vez que juega con las luces y sombras.

Joaquin Sorolla (España). Tres velas. 1903

Paseo por la playa de 1909 es una de las grandes obras de Sorolla, donde repite dos de sus inspiradoras temáticas: la familia y el mar, plasmadas en un paseo de su mujer y su hija por la playa. Se trata de la obra culmen de su madurez artística, en la que se aprecia a la perfección su dominio característico de la expresividad. El movimiento que desprende el cuadro junto con la mezcla de luz y color lo sitúa, según los expertos, en el postimpresionismo español.

Mar intenso, luz mediterránea y arena dorada, es la imagen idílica y profundamente deseable que muestra en sus creaciones. Sus pinturas se pueden dividir en tres grandes temáticas; «El espectáculo incesante», «Las horas del azul» y «De la naturaleza a la pintura», en ello se muestra el intenso y apasionado estudio del autor sobre el agua en su magnífico escenario, el mar. A través de sus obras se aprecia de que manera Sorolla plasmó los cambios de luz a lo largo del día, su aspecto según la estación del año y las distintas geografías; así como la técnica con que el artista desarrolló su pintura, trazos que hicieron que sus cuadros de mar fueran los más ágiles e innovadores de su producción.

El impresionismo nació a lo largo del río Sena, conforme va bajando hacia las costas del Canal de la Mancha. En 1858 Claude Monet, natural de Havre, en la misma desembocadura del río conoció a un verdadero precursor  e impulsor de la pintura impresionista a orillas del mar. Esta persona era el pintor Eugène Boudin, quien pasó toda su vida pintando aquellas playas y pequeños puertos tan variables, abiertos a todos los cambios de viento y de luz. Mentor de Monet, a quien enseñó que la primera impresión era la correcta y que había que terminar el cuadro allí mismo, donde el artista lo pintaba al aire libre, en vez de volver al estudio como era costumbre.

Eugène Boudin (Francia) Étretat. El acantilado de Aval. 1890

Boudin fue el maestro de muchos impresionistas , a todos les abrió los ojos a las iridiscencias del mar y de la luz, en contraste con los valores académicos de la escuela de Bellas Artes, que si bien privilegiaban las escenas marinas, preferían centrarse en los efectos de las fuerzas elementales de la naturaleza, sobre todo en los naufragios, que elevaban el cuadro a nivel de tragedia humana, de la que era posible extraer una lección moral.

El poeta Charles Baudelaire impresionado por las obras de Boudin, que registraba los cambios del mar y del cielo según la época del año, la hora del día y el viento, alabó tales «bellezas meteorológicas» en sus reseñas críticas, admiraba la habilidad de Boudin para producir obras que retenían toda la frescura  y la vivacidad del primer esbozo. En esto consistía el principal éxito del impresionismo: poder dar la impresión de improvisación.

Claude Monet en cambio estaba fascinado por los destellos de agua , la niebla que se levanta lentamente por la mañana temprano y los pequeños botes que flotan sin heroísmo alguno sobre la titilante superficie del mar. Monet nos ofrece una imagen intima y familiar del mar, lo conocía bien, pues su infancia transcurrió en Havre. Le atraía especialmente el juego de la luz sobre el agua y trabajaba intensamente para hallar una técnica capaz de conseguir este efecto en la pintura. Todos coincidiremos que en la pintura que tituló Impresión: Amanecer,  Monet logra comunicar admirablemente la desdibujada aparición del alba abriéndose paso sobre el mar.

El espectador de un museo o galería de arte admira la imagen que le viene dada del paisaje sin comprometer su actitud, sin implicaciones directas con el espacio geográfico. Por el contrario, el artista y el viajero lo vive, lo sufre, lo goza, actúa sobre él.

El paisaje es la contemplación desinteresada de una realidad objetiva. El artista a igual que el viajero no se aliena con ningún principio, con ningún código de acción, con ninguna “moral” y ninguna doctrina. Es pura disponibilidad, apertura a una felicidad gratuita compuesta de instantes y de eternidad. Es la mejor y la más auténtica consideración experimental del tiempo. La relación del artista con el paisaje pasa y dura a la vez. Lo representa detenido y la escena se inmortalizar solamente por momentos, por instantes.

Observando la obra de muchos artistas que han pintado paisajes, vemos cómo poseen el talante del viajero o el paseante, contemplativos primero y pintores después. En sus apuntes captan ese instante, lo transportan a la tablilla, al lienzo o al papel con un movimiento rápido de la mano, dirigida por el cerebro, afectado a su vez por el sentimiento que en ellos ha producido ese instante. Esa apreciación se lo debemos a quienes nos incitaron a mirar de otro modo, a recrear sobre lo existente un paisaje propio, deseado, añorado e idealizado.

Diplomado de Historia del Arte. https://www.arssonorus.org/diplomado-historia-arte

Bibliografía:

El Universo del Arte. Aula Abierta Salvat. España

La luz en la pintura. Prologado por Antonio Gala. España.

Movimientos Artísticos. Aula Abierta Salvat. España


Escrito por: Amarilys Quintero. Artista Intermedial- Comunicadora – Docente – Productora radiofónica. Coordinadora de la plataforma dedicada a la educación, investigación y divulgación artística ARS SONORUS. Estudiosa y apasionada de la Historia del Arte.

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