Vida y obra de Guadalupe Posada
La palabra fue dibujo antes de adquirir la forma abstracta de los signos. Múltiples lenguajes se han creado desde entonces. Sin embargo, basamos nuestra comprensión de las cosas y de nosotros mismos, en las imágenes resultantes de la observación del universo que nos rodea, la imagen es la lectura que hacemos, nos educamos en ella, y en la mayoría de los casos, constituye nuestro primer alfabeto. La relación con nuestro entorno, paisajes, objetos, personas es producto de la lectura de las imágenes. El vivir conlleva es tarea y aprendizajes diarios. Leer afuera y adentro, es dar espacio en nosotros a esta experiencia que requiere en el día a día de nuestra imaginación.
Es por ello que se nos hace difícil pensar en el Día de Muertos sin que nos venga a la mente la imagen de las calaveras. Este motivo se ha convertido en un elemento esencial de esta celebración y, si bien el culto a la muerte en México existe desde la época prehispánica, su popularidad puede ser atribuida a una persona: el grabador y caricaturista José Guadalupe Posada. Conocido por ser el hombre detrás de obra “La Catrina”; sin embargo, sus contribuciones al arte popular mexicano van mucho más allá de esta ilustración, sirviendo como inspiración a grandes artistas del siglo XX como Diego Rivera y José Clemente Orozco. A través de sus caricaturas y grabados humorísticos, las calacas de Posada sirvieron como un instrumento de crítica social y política, ayudando a establecer la imagen de la calavera en el imaginario colectivo mexicano.
Sus inicios
Este gran artista; grabador, ilustrador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada. A partir de 1930 la iconografía de Posada se convirtió en la base de una importante creación artística, consolidando su institucionalización. En el lapso de casi veinte años la producción visual de Posada adquirió nuevo estatus, provocando no solamente una trasformación de la producción visual del siglo XX sino también una re-significación de su trabajo, convirtiéndola en dispositivo transmisor de la memoria colectiva y de la estética mexicana.
José Guadalupe Posada nacido el 2 de febrero de 1852 en el barrio san Marcos en Aguascalientes, en una familia compuesta de trabajadores y artesanos. Su infancia se vio marcada por un entorno conflictivo, producto de las luchas del poder de la guerra de Reforma. Desde muy temprana edad demostró tener dotes artísticas. Al percatarse de que tenía una gran habilidad para dibujar, su hermano mayor Cirilo lo inscribió en la Academia Municipal de Dibujo de Aguascalientes. A los 16 años, comenzó a trabajar como aprendiz en el taller de José Trinidad Pedroza, donde aprendió el arte de la litografía.
En pocos años, Posada se convirtió en un miembro fundamental del equipo de su maestro Pedroza. Su primer trabajo importante llegó en 1871, cuando creó una serie de 11 litografías para “El Jicote”, un periódico de oposición. Sus ilustraciones criticaban al gobernador de Aguascalientes, José Gómez Portugal y lo iniciaron como caricaturista político. Aquel primer momento marcó el nacimiento de tal fenómeno de producción que sería fundamental para la consolidación del sistema mexicano de las artes del siglo siguiente.
A partir de su relación con Trinidad Pedroza, Posada pudo consolidar en la ciudad de León un esquema diverso de producción visual, ya que los servicios que ofrecía el negocio montado por ambos, y posteriormente continuado por Posada, implicaban una gran variedad de tipos de representaciones visuales para satisfacer distintas necesidades de consumo y comunicación.
En aquél tiempo Posada trabajó para proyectos que implicaron la ilustración de cajetillas de cigarros, diseño de viñetas y demás aplicaciones que tenían como función publicitar ciertos productos en el mercado de la ciudad. Junto con estos encargos el taller de impresiones también se ocupó de satisfacer las necesidades del culto religioso a través de la producción de estampas de diversas advocaciones fundamentales para el culto mariano y cristiano.
La primera mitad del siglo XIX fue periodo de grandes transformaciones sociales, que permitieron en el caso mexicano la gestación de una nueva cultura. Ya casi entrado el último cuarto de la centuria, José Guadalupe Posada se integró al ámbito de la comunicación visual; desde entonces y hasta su muerte en 1913, dedicó su vida a la producción de imágenes.
En este contexto, el grabado ha cumplido una notable labor. La posibilidad técnica de plasmar un dibujo en una plancha de madera o metal y producirlo tantas veces como el material lo resista, permitió multiplicar una imagen con toda su carga de valor simbólico y carácter moral. La noticia fue grabada e impresa por Posada sobre volantes, periódico y panfletos desde finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. Su mensaje instantáneo y directo cumplió, para su momento histórico, una eficaz misión comunicativa. Luego con el paso del tiempo, hemos podido hacer otras lecturas de esas noticias.
Su producción gráfica
En el transcurso de esos años Posada logró condensar en su trabajo los principales valores de la cultura europea, filtrados ya por una realidad mexicana, dando como resultado una nueva estética, determinada no solamente por factores temáticos y formales, sino por la integración de modos y técnicas de producción de nueva generación, creando una cultura visual que tiene como cualidad principal el cruce de diversas tradiciones, convirtiéndose en un dispositivo de almacenamiento para la memoria colectiva.
Posada trabajó para una gran cantidad de publicaciones y periódicos a lo largo de su vida. En esa época, una buena parte de la población mexicana no sabía leer ni escribir; por lo tanto, era importante que las ilustraciones periodísticas fueran lo suficientemente expresivas para atraer la atención de la gente. El artista demostró tener una habilidad excepcional para ello, y sus grabados de calaveras rápidamente se ganaron el aprecio del público.
El trabajo de Posada se dirigía sobre todo a la clase obrera, evidenciando las desigualdades y el sufrimiento del pueblo a través de la sátira y el humor. Sus ilustraciones criticaban los excesos de las clases políticas a la vez que retrataban el estilo de vida del mexicano común. Más que plasmar la solemnidad de la muerte, las calaveras de Posada están llenas de vitalidad: sus personajes bailan, montan en bicicleta y se reúnen para celebrar fiestas. Las calaveras representan todo tipo de personajes, desde políticos y revolucionarios hasta bandoleros y damas de la alta sociedad; después de todo, como bien dijo Posada, “La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”
El flujo y circulación de las imágenes dentro de las dinámicas culturales condicionan una gran variedad de fenómenos que impactan en diversos ámbitos. Para el caso del arte y específicamente de José Guadalupe Posada, la producción, distribución y recepción de imágenes refiere a un asunto complejo que rebasa cualquier análisis, ya que por sus propias características trasciende todos los ámbitos del conocimiento. Sin embargo, esta cualidad posibilita o incluso exige un ejercicio permanente de reflexión, que en cada caso genera conocimiento nuevo si se considera la diversidad de los modos de aproximación que reflejó en su obra.
Posada es considerado un artista del “pueblo”, alejado de la élite cultural y de la academia, explotando un peculiar humor “negro” y un imaginario delirante inspirado en lo popular. Octavio Paz calificó el ingenio de Posada como realista y fantástico, piadoso y burlón. Estas notas son patentes en las ilustraciones que grabó para diversas publicaciones: hojas volantes, cancioneros populares, cuentos para niños y gacetas callejeras. Trabajó en su ciudad natal; pasó a León, Guanajuato, y finalmente en 1888, se trasladó a la Ciudad de México e instaló su primer taller en la calle de Santa Teresa. Una vez en la capital, se integró como dibujante en el taller de Antonio Vanegas Arroyo, para quien realizó miles de ilustraciones.
En su obra a menudo aparecían animales venenosos como culebras y serpientes, además de esqueletos o ángeles, que mezclados con frases irónicas, servían como una crítica hacia las problemáticas sociales. “La Catrina”, personaje que comúnmente se le atribuye a Guadalupe Posada, apareció en una de sus obras, pero bajo el nombre de “india garbancera”. Se trataba de una burla hacia las personas que querían imitar a los ricos y renegaban de su herencia.
Los valores plásticos que contiene la obra de Posada son todos los más esenciales y permanentes en una obra de arte. Las composiciones en sus grabados son de un extraño dinamismo, mantiene, sin embargo, el equilibrio más grande de los claros y oscuros en relación a su superficie. El equilibrio a la par que el movimiento, es la calidad máxima del arte clásico mexicano.
En Posada la muerte se volvió calavera, que pelea, se emborracha, llora y baila. La muerte familiar, la muerte que se transforma en figura de cartón articulada y que se mueve tirando de un cordón. La muerte como calavera de azúcar, la muerte para engolosinar a los niños, mientras los grandes pelean y caen fusilados o ahorcados.
La muerte parrandera que baila en los fandangos y nos acompaña a llorar el hueso en los cementerios, comiendo mole o bebiendo pulque junto a las tumbas de nuestros difuntos. La muerte que es, en todo caso, un excelente tema para producir masas contrastadas de blanco y negro, volúmenes recientemente acusados y expresar movimientos bien definidos formando bellos ángulos en la magistral representación.
Todos son calaveras, desde los gatos y garbanceras, hasta Don Porfirio y Zapata, pasando por todos los rancheros, artesanos y catrines, sin olvidar a los obreros, campesinos y hasta los gachupines. Su buril agudo no dio cuartel ni a ricos ni a pobres; a estos les señaló sus debilidades con simpatía. La distribución de blancos y negros, la inflexión de la línea, la proporción, todo en Posada le es propio, y por su calidad lo mantiene en el rango de los más grandes. Posada fue un clásico, no le subyugó nunca la realidad fotográfica, siempre supo expresar como valores plásticos la calidad y la cantidad de las cosas dentro de la súper-realidad del orden plástico.
Influido por su familia, que seguía mirando con malos ojos su actividad un tanto bohemia y estaba empeñada en conseguirle una ocupación más segura, José Guadalupe ganó una plaza de maestro de litografía en la Escuela Preparatoria de León. En el estado de Guanajuato. Fue profesor durante cinco años, aunque compartió la actividad didáctica con lo que le gustaba en realidad: la litografía comercial -textos de anuncios y carteles- y la estampación de imágenes religiosas.
Las graves inundaciones que asolaron León en 1888 le obligaron a trasladarse a Ciudad de México, donde le hicieron rápidamente ofertas para trabajar en distintas empresas editoriales, entre ellas la de Ireneo Paz. Allí elaboró cientos de grabados para numerosos periódicos: La Patria Ilustrada, Revista de México, El Ahuizote, Nuevo Siglo, y Gil Blas entre otras. Su nombre cobró una fama inesperada y su cotización se disparó, alcanzando cimas que pocos meses antes le habrían parecido inimaginables. Esta repentina bonanza económica le permitió abordar una serie de experimentos gráficos que culminaron con la exitosa utilización de planchas de cinc, plomo o acero en sus grabados.
Las ideas de Posada eran de clara índole progresista y, al servicio de éstas, dibujó caricaturas y bocetos satíricos consagrados, en general, a elaborar una crónica de la vida mexicana de la época o a poner de relieve los sufrimientos de su pueblo bajo el yugo de los grandes terratenientes. Las sátiras de los políticos más influyentes de la época le costaron la cárcel en más de una ocasión. El gran número de encargos que se amontonaban en su taller le obligó a crear una técnica nueva, el grabado al ácido en relieve, mucho más rápida.
Su extensa producción gráfica, estimada en más de veinte mil grabados, realizados en litografía o planchas de metal, podría clasificarse como expresionista, puesto que recrea con extraordinaria imaginación, gran sentido humorístico y profunda capacidad crítica, las lacras, miserias y prejuicios de la realidad social y política de su época.
El 20 de enero de 1913 José Guadalupe Posada murió solo y abandonado en una deteriorada vecindad del barrio de Tepito. La causa de su fallecimiento fue el alcoholismo, vivía en la pobreza, ya que su esposa e hijo habían muerto. Sus restos fueron echados a la fosa común.
Posada hoy nos llama la atención sobre aquella parte de la noticia que pierde vigencia, Son actuales sus reflexiones jocosas a propósito de la gama de disparates que acompañan la vida de un ser humano. Sus personajes forman parte de noticiones amarillos: tragedias caseras, epidemias, inundaciones, terremotos. Esqueletos de fiestas o con un fusil en mano, esqueletos desnudos o trajeados, esqueletos trabajadores, esqueletos apasionados. Este hombre que representa José Guadalupe Posada sobre sus planchas, de ha desvestido literalmente hasta la médula.
Posada abre el compás a un amplio catálogo de humanidades. Se vale de uno de los inventos más determinantes en la historia de la escritura: la imprenta, para ratificar el poder cautivador de la imagen plástica. Devuelve a sus fuentes la imaginería popular de la que se ha nutrido, consolidando así su fuerza y tradición. De ahí la importancia de nutrirse en la imaginación que nos proporciona el arte como fuente de alimento vital.
Bibliografía:
- Catálogo Grabado en el Alma. Estampas de Francisco de Goya y José Guadalupe Posada. Curaduría Marcos Rodríguez del Camino. Museo de Bellas Arte Caracas – Venezuela 2004.
- Fascículo Maestros de la Pintura. Artistas Latinoamericanos del siglo XX. Anesa-Noguer-Rizzoli. Italia
- Rubino Vicente. Sueños, arquetipos y creatividad. Editorial Lumen. Argentina.
Escrito por: Amarilys Quintero. Artista Intermedial- Comunicadora – Docente – Productora radiofónica. Coordinadora de la plataforma dedicada a la educación, investigación y divulgación artística ARS SONORUS. Estudiosa y apasionada de la Historia del Arte.